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El Inquirer
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La tradición del Coquito se mantiene viva gracias a una red de Philly Boricuas que lo venden a través de las redes sociales

La bebida es un clásico de las fiestas en las casas puertorriqueñas, pero fácilmente se encuentran versiones en venta en grupos de vecinos en Facebook.

La autoproclamada “Coquito Queen” Janelle Hernandez vende su receta tradicional de coquito en unas botellas de vino recicladas adornadas con una festiva cinta.
La autoproclamada “Coquito Queen” Janelle Hernandez vende su receta tradicional de coquito en unas botellas de vino recicladas adornadas con una festiva cinta.Read moreCourtesy Janelle Hernandez

Janelle Hernandez se autoproclama la reina del Coquito de Philadelphia.

Esta residente de West Philly, de 31 años, empezó a vender la tradicional bebida con coco y especias, un clásico en las casas puertorriqueñas y dominicanas, en 2016 para pagar el viaje de graduación de secundaria de su hermano pequeño. Ahora Hernandez vende la receta de su familia a 30 dólares la botella durante la temporada de fiestas a través de Instagram, de momento este año ya ha ganado 1.600 dólares.

“Crecí viendo a mi madre haciendo Coquito cada año”, dice Hernandez. “Ahora siento que mantengo Philadelphia conectada con esta tradición”.

Hernandez no es la única que vende botellas de vino y ron llenas de coquito a través de las redes sociales. A todas horas, desde el Día de Acción de Gracias hasta la celebración de fin de año, los grupos de vecinos de Philadelphia en Facebook se llenan de peticiones para obtener la bebida — y vendedores que lo embotellan como tributo a sus familias.

El Coquito — “pequeño coco” — es una decadente bebida puertorriqueña típicamente hecha con crema de coco, un té especiado con preponderancia de la canela, y ron. Algunos creen que la bebida fue inventada en algún momento alrededor de los años 1950 cuando la leche condensada llegó a la isla y las famílias embotellaban sus recetas en secreto, produciendo lotes desde el Día de Acción de Gracias hasta el día de Reyes.

Cada uno prepara coquito a su manera: Hernandez vende una versión vegana con leche de coco evaporada, mientras que Tesa Maldonado, de Fishtown, añade pasta de habichuelas de vainilla y cardamomo a la mezcla de especias. Por su lado, Jolanda Ramos-Torres, de Bridesburg, vende su coquito con versiones que incluyen pistacho, Nutella, o menta.

El consenso está claro, derrochar con el ron Don Q , importado de Puerto Rico, y añadir a nuestro coquito la cantidad que cada uno crea conveniente.

Patito Martinez empezó a comprar a la “Coquito Queen” Hernandez en 2019 cuando necesitaba un regalo para llevar a la cena de Thanksgiving de una familia de amigos dominicanos del Bronx. Era un detalle perfecto, pensé, hasta que descubrí que eran Adventistas del Séptimo Día — no supuestos a tomar, aunque Martinez dice que la familia bebió encantada la receta de Hernandez.

“La madre de mi amigo decía, ‘S— ¡qué rico está esto! Así que hizo una excepción y siguió bebiendo”, dijo Martinez, que ahora compra al menos 14 botellas al año: dos para su casa, seis para los friendsgiving y Día de Acción de Gracias, y seis más para las fiestas navideñas.

Philadelphia tiene la segunda población más grande de puertoriqueños de todas las ciudades de USA, así que el ritual de preparar coquito mantiene viva la tradición aunque los puertorriqueños se separen de esos tías, tíos o abuelos que les dejaban hacer sorbitos de la bebida a escondidas en la cocina.

Maldonado, la proveedora de Fishtown, empezó a prepararlo cuando su abuelo murió en 2018 — era bien conocida por toda la familia la neurótica tradición del abuelo de embotellar su coquito con un año de antelación a las fiestas invernales. Cuando murió, dice ella, nadie había agarrado su testimonio, así que empezó a experimentar con la receta familiar.

La traba: antes de poder empezar a vender, Maldonado necesitaba la aprobación de su abuela.

“Le enviaba vasos mientras miraba sus telenovelas”, dice Maldonado, de 29 años. “Hicieron falta un par de intentos, pero su aprovación me dió más confianza”. De momento estas fiestas ya ha vendido 42 botellas y lo hace a través de un Google Form que sus amigos postearon en Facebook.

Ramos Torres, de Bridesburg, empezó haciendo coquito de adolescente. Ahora, a sus treinta y algo, debutó con su receta el 16 de octubre, en el preciso instante que los Eagles’ jugaban contra los Dallas Cowboys. “Todo el mundo quiso comprarlo”, dice, y desde entonces vende botellas por 20 dólares a través de la publicidad que le da el boca a boca y con algunos anuncios en Facebook.

Ramos Torres dice encontrarse “sorprendida con la demanda”, pero la puertorriqueña Nahir Otaño-Gracia, profesora de literatura medieval en la Universidad de Nuevo México, quien ha escrito extensamente sobre cultura puertorriqueña, cree que la creación específica de esta vibrante red de vendedores de coquito es el fruto del valor que le da la cultura puertorriqueña a la determinación y la perseverancia.

“La idea que se encuentran maneras de hacer que las cosas funcionen cuando las necesitas… Forma parte de la cultura de Puerto Rico tanto como el coquito”, dice Otaño-Gracia, que vivió en West Philly.

Todos los proveedores aseguran que la mayoría de sus clientes son de fuera de la comunidad latina. Maldonado considera que a lo mejor esto tiene que ver con la exotización de las cocinas étnicas, porque los influenciadores de comida muestran bebidas tan comunes como las agua frescas o el coquito como nuevas, excitantes y nunca antes descubiertas.

Esto no es una mala cosa de por sí, aunque está cambiando la manera como algunos vendedores de coquito de Philadelphia preparan la bebida. Maldonado y Hernandez dicen haber recibido peticiones para que hagan sus recetas más “alcohólicas” para que la gente pueda notar el ron, cosa que rompe el propósito del coquito.

“Es una bebida de sorbitos, [de a poquito]”, dice Hernandez.

La dulzura del coquito se va infiltrando en la cultura de masas. El año pasado Yards Brewing sacó una cerveza negra de temporada inspirada en la bebida y Bacardi también vende su versión.

A pesar de esto, Maldonado cree que los vendedores locales de Philadelphia no tienen porque preocuparse.

“Existe algo cuando lo recibes de alguien que lo ha hecho con sus manos”, dijo. “Recibes calidez y la comunidad”.