Latinos se muestran interesados pero escépticos al acudir al centro de vacunación en Esperanza
Desde su lanzamiento a principios de abril, el Centro Comunitario de Vacunación de Esperanza ha vacunado a más de 10,500 personas, donde casi el 55% de los visitantes se identificaron como latinos.
Cuando la esposa de Ángel Félix de la Cruz le dijo que podía recibir la vacuna de COVID-19 en Esperanza, inmediatamente planeó su viaje. El hombre de 70 años, técnico de refrigeración para una empresa privada, se despertó temprano para conducir su camioneta desde South Kensington hasta Hunting Park, con tal de evitar las filas y las multitudes, antes de comenzar su jornada laboral. Originario de Sabana de la Mar, República Dominicana, se sorprendió al entrar y salir en 20 minutos.
“Fue tan rápido, que no podía creerlo”, dijo De la Cruz. “Tenía un intérprete conmigo [para ayudarme con el proceso], así que no debería haber sido tan rápido”.
De la Cruz es uno de los más de 10,500 residentes que han recibido al menos una dosis en el Centro Comunitario de Vacunación Esperanza en el norte de Filadelfia durante las últimas dos semanas. El centro, que llevó a cabo una sesión de capacitación el 8 de abril y se lanzó semi oficialmente el 9 de abril, es la segunda clínica de vacunación masiva con apoyo federal que abre en Filadelfia y la más cercana a los códigos postales de la ciudad con las tasas de vacunación más bajas.
El Inquirer visitó el sitio cinco veces mientras las operaciones continuaban, para hablar con los residentes latinos que llegaban por vacunas, citas o información. Dijeron que estaban interesados pero que se mostraban escépticos sobre el proceso de vacunación. Algunos cargan una mochila emocional por las pruebas médicas inadecuadas realizadas por científicos estadounidenses durante décadas en sus países de origen.
La mayoría dijo estar agradecidos de poder recibir atención personalizada en su idioma, ya fuera español o portugués, además de tener acceso a las vacunas; pero muchos cuestionaron su efectividad y expresaron temores de efectos secundarios. La idea de esterilizado con la vacuna preocupó a algunos, aunque los CDC dicen que actualmente no hay evidencia de que ninguna vacuna, incluidas las vacunas de COVID-19, causen problemas de fertilidad.
A principios de este mes, un análisis hecho por El Inquirer encontró que residentes en la ciudad ubicados en los códigos postales de mayor ingreso habían sido vacunados al doble de la tasa que la gente que vive en los códigos postales de menor ingreso. Los expertos en salud pública dijeron que los datos reflejan las disparidades sistémicas que los habitantes de Filadelfia han experimentado durante años y que se han vuelto más evidentes durante la pandemia.
Esos expertos dijeron que las condiciones creadas por la pobreza y el racismo institucional, agregado al acceso deficiente a atenciones médicas y la falta de servicios de Internet, han excluido y marginado a los residentes, poniéndolos en mayor riesgo de COVID-19 y dificultando habilidad para programar una cita para las vacunas.
Según datos del departamento de salud de la ciudad de Filadelfia, los residentes latinos y Negros se encuentran entre los grupos de la población con las tasas de vacunación más bajas: solo el 23% de los hispanos y el 22% de los afroamericanos habían recibido al menos una dosis de la vacuna de COVID-19 en la ciudad al 18 de abril de 2021, en comparación con los blancos (40%) y los asiáticos (47%).
Cuando se trata del centro de vacunación en North Philly, los datos también muestran que el 54.6% de las dosis distribuidas en Esperanza del 8 al 21 de abril han sido recibidas por visitantes hispanos y latinos, seguidos por los Negros no hispanos (16.5%) y los blancos no hispanos (13.9%). La mayoría de los visitantes tienen entre 50 y 64 años. La ciudad no proporcionó un desglose por código postal. Tampoco proporcionó datos sobre visitas sin cita previa en comparación con las citas programadas.
La ciudad se ha asociado con FEMA y Esperanza para llevar información sobre COVID-19 y las vacunas a las comunidades a diario, sondeando el vecindario y utilizando esfuerzos de alcance puerta a puerta en hogares, organizaciones comunitarias, iglesias, parques, bodegas y otros negocios de la zona. El personal habla inglés, español y/o portugués con fluidez para conectar con los miembros de la comunidad y responder sus preguntas.
En la instalación de aproximadamente 25,000 pies cuadrados, los visitantes tienen acceso a una carpa de información los siete días de la semana atendida por el departamento de salud de la ciudad, donde los residentes son asistidos personalmente para programar una cita.
Philly Rican Efraín Rodríguez, de 73 años, caminó desde la intersección de las calles Franklin y Luzerne hacia el centro de vacunación para programar su primera cita. Consideró el sitio como una “gran ventaja” para los residentes del norte de Filadelfia, especialmente aquellos que viven en los vecindarios cercanos.
“Realmente, no importa cuál vacuna me ponen”, dijo. “Lo importante es recibir la atención personalizada, tú sabes...”.
Charles Elison, oficial de asuntos externos de FEMA Región III, dijo que la ciudad y la agencia federal realizaron sesiones de escucha con organizaciones locales antes de abrir el sitio en Esperanza, con tal de asegurarse que respondiera a las necesidades particulares de la gente.
Dijo que Esperanza fue considerada una ubicación estratégica debido al tamaño de su infraestructura, la proximidad a los códigos postales con bajas tasas de vacunación, el fácil acceso a estacionamientos y rutas de transporte público, la distancia a pie de las residencias y la accesibilidad para personas con discapacidades. El centro de vacunación está operando hasta mediados de junio y puede distribuir, al menos, 1,000 vacunas los días de la semana y 1,500 los fines de semana.
Todos los días, en el centro de vacunación hay, en promedio, ocho intérpretes de español y alrededor de dos docenas de intérpretes que hablan portugués, chino, vietnamita, ruso, árabe o creole haitiano o pueden comunicarse a través del lenguaje de señas estadounidense. También hay un intérprete por línea telefónica disponible para aquellos residentes que no pueden leer su lengua materna o prefieren a alguien con quien interactuar.
Los médicos y especialistas en salud que trabajan en Esperanza son miembros de la Guardia Nacional de Pensilvania. La mayoría son bilingües y provienen de los vecindarios circundantes.
Además de las citas programadas, los visitantes pueden acudir para recibir la vacuna Pfizer presentando documentación que demuestre su residencia en la ciudad de Filadelfia, como una licencia de conducir o cualquier identificación con foto junto con una factura de servicio público. Según un oficial de información pública de FEMA en el centro en Esperanza, alrededor del 40% de todos los visitantes en un día determinado solicitan el servicio sin cita previa.
Lidia Alejo, de 60 años, pasó por el proceso de vacunación en silla de ruedas, después de haber sido operada de las caderas hace dos meses. Después de enterarse sobre el centro de vacunación en el noticiario de Telemundo 62, le pidió a su hija que la llevara a Esperanza.
Dijo que su experiencia fue rápida y eficiente, pero dijo que se sentía ansiosa alrededor de la Guardia Nacional. Aunque los médicos no portan armas, enfatizó que llevaban puestos sus uniformes.
“Me alegré de haber podido conseguir mi vacuna, pero estar cerca de los militares me pone muy nerviosa”.
A pesar del interés en visitar el centro de vacunación, algunos residentes dijeron que desconfiaban de someterse a procedimientos médicos que fueran relacionados o llevados a cabo por el gobierno de los Estados Unidos. Dijeron que eran cautelosos porque algunas pruebas científicas estadounidenses en América Latina provocaron un daño irreversible en las comunidades a lo largo de los años.
Los científicos del gobierno de los Estados Unidos violaron reglas éticas en Guatemala al infectar a cientos de prisioneros, pacientes psiquiátricos y profesionales del sexo con sífilis y gonorrea durante la década de 1940 para estudiar los efectos de la penicilina. Los ensayos para los anticonceptivos esterilizaron a un tercio de las mujeres que participaron en experimentos realizados en Puerto Rico.
Según un oficial de información pública de FEMA en el centro en Esperanza, el 80% de los visitantes son principalmente de ascendencia puertorriqueña y dominicana.
Mientras que algunos visitantes se sintieron decepcionados cuando la vacuna de Johnson & Johnson fue suspendida en el centro de vacunación en Esperanza, William Ferreira, de Northeast Philly, estaba buscando una vacuna específica: la producida por Pfizer.
El trabajador de la construcción de Curitiba, Brasil, visitó el sitio junto con cinco familiares. Su empleador le aconsejó que se inyectara Pfizer para evitar efectos secundarios “negativos”.
La vacuna de Johnson & Johnson fue suspendida temporalmente, pero un panel asesor recomendó el viernes que se reanudara porque sus beneficios superan con creces el riesgo remoto de un trastorno de la coagulación poco común, pero potencialmente mortal. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés) aceptaron rápidamente y se autorizó el reinicio del uso de la vacuna con un etiquetado que incluye detalles sobre el trastorno y los síntomas, en particular dolores de cabeza y visión borrosa, dificultad para respirar, dolor en el pecho y dolor abdominal.
Las tres vacunas aprobadas para su uso en los Estados Unidos pueden causar fatiga y síntomas similares a los de la gripe, entre otros efectos secundarios leves y temporales.
Otros visitantes del centro de vacunación en Esperanza compartieron que estaban visitando el sitio a escondidas para evitar reacciones de familiares y amigos cercanos, que piensan que las vacunas causarían infertilidad tanto en hombres como en mujeres, a pesar de que no hay evidencia de que ese fuera el caso.
La periodista Catalina Jaramillo, quien informó sobre la cuestión de la fertilidad para FactCheck.org, dijo durante una entrevista que los rumores sobre la esterilización relacionada con las vacunas fueron desacreditados instantáneamente a finales del año pasado tanto en Estados Unidos como en América Latina y Europa. Pero el daño causado por esa desinformación continúa.
De la Cruz, el residente de South Kensington, dijo que quería vacunarse para protegerse a sí mismo y a sus clientes, porque ingresa a las casas de las personas a diario. Dijo que la mayoría de los miembros de su familia también habían sido vacunados después de padecer de COVID-19.
“Soy el único que no lo ha tenido eso todavía”.