Colombianos de Philly buscan la verdad de los sobrevivientes del conflicto armado
"Es una parte de la historia que se desconoce, que incluye un proceso personal de reconstrucción y auto-reparación que es muy valioso y necesario para aprender qué sucedió, entender por qué es un conflicto tan complejo y descubrir cómo evitar que suceda de nuevo", dijo Carlos Beristain.
Durante una sesión de lluvia de ideas en un salón de conferencias del Hotel Le Méridien, 30 personas se sentaron en grupos de seis, con fichas blancas, libretas de apuntes y marcadores a la mano.
Son los delegados del nodo estadounidenses para la Comisión del Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición de Colombia. Todos voluntarios, originarios de distintas regiones y sectores socioeconómicos del país sudamericano. Se entrenaban en Filadelfia para aprender a conversar con sobrevivientes del Conflicto Armado Interno de Colombia.
“Pensemos en los períodos de tiempo y en las razones por las cuales ustedes o alguien a quien conozcan (...) emigró de Colombia hacia los Estados Unidos o cualquier otro país durante el Conflicto Armado”, dijo Carlos Beristain, mientras tomaba notas sobre un caballete que había dividido por décadas desde 1950 hasta 2020.
Los participantes del taller se han responsabilizado de recuperar los testimonios de los sobrevivientes del conflicto que residen en Estados Unidos. Pero, ellos también son sobrevivientes de esta guerra compleja que comenzó hace 60 años entre el gobierno colombiano, los guerrilleros de extrema izquierda, los paramilitares de extrema derecha, los carteles de la droga, los grupos armados organizados por disidentes y las pandillas criminales. Hoy día, los grupos siguen confrontados por motivos de desigualdad social, económica y política, por el abuso de poder, el robo de tierras y por el tráfico de drogas.
La Comisión de la Verdad comenzó sus esfuerzos en noviembre de 2018, en Bogotá. Entre sus 11 comisionados está Beristain, un psiquiatra español especializado en la atención psicosocial para víctimas de guerra.
Beristain supervisa a 170 delegados en 24 países. Hasta ahora, sus delegados fuera de los Estados Unidos han recopilado 500 testimonios, grabados en audio y archivados digitalmente, utilizando un software encriptado para preservar la confidencialidad e integridad del mensaje de los sobrevivientes.
Un estudio publicado en 2018 por el Centro Nacional de la Memoria Histórica de Colombia indica que el número exacto de colombianos en el exilio sigue siendo desconocido, ya que informes oficiales sobre refugiados no incluyen a aquellos que huyeron del conflicto y no solicitaron protección internacional.
El objetivo de la comisión es publicar un informe final con las memorias de 15,000 sobrevivientes para noviembre de 2021.
“Es una parte de la historia que se desconoce, que incluye un proceso personal de reconstrucción y de auto-reparación que es muy valioso y necesario para aprender qué sucedió, entender por qué es un conflicto tan complejo y descubrir cómo evitar que esto suceda de nuevo”, dijo Beristain, quien ha trabajado en proyectos similares en Paraguay, Ecuador y Perú, y dirigió el informe de la memoria histórica sobre la Guerra Interna de Guatemala.
Para encontrar voluntarios fuera de Colombia, Beristain contactó a organizaciones de derechos humanos en los distintos países y buscó familiares en el exilio que se habían registrado en el Registro Único de Víctimas del gobierno colombiano.
Antes de que el coronavirus se convirtiera en una crisis mundial, Filadelfia sirvió como sede para la capacitación de tres días, organizada para los delegados en los Estados Unidos. Aunque los colombianos representan menos del 3% de la población latina que viven en el área del Gran Filadelfia, la ciudad resultaba céntrica para el nodo estadounidense del proyecto.
Los participantes vinieron desde los estados de Washington, California, Texas, Florida, Illinois, Nueva York y el Distrito de Columbia para el taller, llevado a cabo en el mes de febrero.
Maria Giraldo Gallo es una de las tres delegadas asignadas a la región de Filadelfia. Se mudó a la ciudad en 2014, después que le ofrecieron una beca a su esposo para obtener un doctorado en musicología con la Universidad de Pensilvania.
Aunque Giraldo Gallo tiene sus propias experiencias de su vida en Colombia, no quiso compartir esos detalles para poder establecer confianza con los entrevistados, quienes pudieran tener opiniones opuestas a las suyas sobre el conflicto.
Giraldo Gallo, de 29 años, dijo que la capacitación y el trabajo voluntario con la comisión le han ofrecido una mejor comprensión sobre las perspectivas de las mujeres, la comunidad LGBTI y los grupos de afro-colombianos e indígenas en el contexto de la guerra. Agregó que le ha ayudado a navegar conversaciones difíciles sobre violencia sexual y desplazamiento.
Dijo que el informe final de la comisión ayudará a explicar a los descendientes de colombianos nacidos fuera del país las razones por qué su familia fue desplazada.
“Considero que este proyecto es un tiempo de reflexión colectiva, de escucha profunda y de conversación abierta sobre esas cosas de las que nunca hablamos, que nunca aprendimos porque nuestros padres dijeron que era de una manera”, dijo Giraldo Gallo, quien vive en West Philly y es especialista multicultural para el Distrito Escolar de Filadelfia.
“El acceso a información detallada, basada en investigaciones, sobre la memoria de nuestra gente es muy importante para los más jóvenes”.
Para detener la indiferencia
Entre los colombianos de la región está una mujer de 51 años de Cali, quien pidió anonimato porque teme persecución.
Dijo que sus experiencias con los grupos armados se dieron después que ella y su esposo fundaron un centro de capacitación en un área rural del valle, en 1996.
Era un grupo de 11 profesionales en las áreas del transporte, la manufactura, administración y psicología, que capacitaron a más de 800 adolescentes en nueve años de trabajo. La idea era que los jóvenes desarrollaran carreras técnicas que les permitieran abrir negocios, con la esperanza de evitar que fueran reclutados por la guerrilla.
La mujer, quien actualmente vive en el Condado de Chester, dijo que sus esfuerzos tuvieron sus frutos: recordó que algunos estudiantes abrieron dos panaderías y una zapatería en Cali.
“Queríamos que supieran que no necesitaban apoyo político o de ningún grupo para ganarse la vida para ellos mismo y sus familias”, dijo.
En 2003, la situación cambió drásticamente: los estudiantes dejaron de asistir a los talleres y ella comenzó a recibir llamadas amenazadoras por teléfono. Durante los siguientes dos años, se vio obligada a mudarse a un nuevo hogar y el grupo se disolvió. Sus miembros nunca más volvieron a hablar por razones de seguridad.
En enero de 2005, tenía seis meses de embarazo de su primer hijo, cuando miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia la encerraron con otras tres mujeres en un campamento, separada de su esposo. Pasaron dos meses allí, donde fueron torturados.
Recordó detalles de los días que estuvo secuestrada: el sonido de un arroyo cercano, los gritos de los heridos, el viento acariciando los árboles por la noche, y las muchas veces que miembros de la guerrilla patearon su vientre.
Hubo un momento en que ella y los demás escaparon. Después de una cesárea de emergencia supo que había perdido a su hijo.
Meses después, ella y su esposo emigraron a los Estados Unidos y solicitaron asilo. Durante los siguientes 15 años, comenzó una nueva vida trabajando como asistente de parto e intérprete de idiomas. Ahora es la principal asalariada de su familia y es la directora de una organización sin fines de lucro. Ella y su esposo tienen un hijo de 13 años.
Dijo que ama Colombia con mucha pasión, pero que su gente, particularmente los sobrevivientes como ella, han perdido la confianza en el gobierno y sus instituciones. Sin embargo, consideró que la comisión es un esfuerzo digno.
“Si esta es una manera para que nos unamos todos los colombianos, para detener nuestra indiferencia, entonces estoy a favor de compartir mi historia, de reclamar la verdad”.
Los nuevos retos del proyecto
Los críticos dicen que las series como Narcos y Pablo Escobar, El patrón del mal han simplificado el Conflicto Armado, dejando de lado la compleja mezcla de crímenes violentos alimentados por el abuso de poder, las batallas entre grupos y movimientos políticamente polarizados, y cómo esto ha afectado a la gente de Colombia.
De hecho, los sobrevivientes de la guerra tienen diferentes perspectivas sobre quién tiene razón, qué salió mal y cómo terminar el conflicto.
Cristina Escobar, profesora de sociología en la Universidad de Temple y delegada de la comisión en Filadelfia, dijo que la pandemia de coronavirus ha complicado la implementación del proyecto, que se basa en ganarse la confianza de los demás sobrevivientes.
Las tres delegadas de Philly ya habían dedicado cinco meses a la búsqueda de apoyo institucional con organizaciones locales como bibliotecas e iglesias, para garantizar espacios neutrales y seguros dónde hablar cómodamente con los sobrevivientes.
Ahora, Escobar espera que las delegadas puedan conectarse con los sobrevivientes vía redes sociales, correo electrónico y videoconferencias.
“Estas no son las mejores circunstancias, sabiendo que las personas tienen miedo de la crisis [de salud] y también temen su pasado [en Colombia], pero esta colaboración está destinada a construir un futuro mejor para nosotros”.