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Editor Gabriel Escobar fue ascendido al puesto principal en la redacción de The Philadelphia Inquirer

Escobar supervisará la operación de noticias del periódico, que documenta una de las áreas metropolitanas más grandes del país, durante un período de disrupción histórica y cambios profundos.

Gabriel Escobar hace entrega al ganador del premio Vigoda, un reconocimiento periodístico interno del periódico The Inquirer, el 17 de septiembre de 2019. Escobar fue ascendido al puesto más alto dentro de la redacción.
Gabriel Escobar hace entrega al ganador del premio Vigoda, un reconocimiento periodístico interno del periódico The Inquirer, el 17 de septiembre de 2019. Escobar fue ascendido al puesto más alto dentro de la redacción.Read moreTYGER WILLIAMS / Staff Photographer

Gabriel Escobar, un periodista de larga trayectoria que ha ayudado a gestionar una transformación rápida y, en ocasiones, tumultuosa en The Philadelphia Inquirer, ha sido nombrado editor principal del impreso, en la mañana del miércoles.

Escobar, de 64 años, se ha desempeñado como editor y vicepresidente desde 2017, siendo el segundo al mando de la sala de redacción. También ha sido un de los principales impulsores de la estrategia digital y investigaciones periodísticas que han sido premiadas a nivel nacional.

Ahora es responsable de la operación de noticias, que documenta una de las áreas metropolitanas más grandes del país, durante un período histórico de disrupción y cambios profundos.

El excorresponsal es respetado dentro y fuera de The Inquirer como un periodista hábil y un gerente ecuánime, así como un oyente profundo, siempre armado con un bloc de notas.

En la última década, Escobar ha guiado la cobertura de la sala de redacción durante destacados eventos en Filadelfia, incluida la visita papal, la Convención Nacional Demócrata de 2016, la primera victoria de los Eagles en el Super Bowl, un descarrilamiento mortal de Amtrak y, este año, la pandemia de coronavirus.

Bajo el título de vicepresidente senior y editor, Escobar, quien nació en Colombia, será uno de los latinos en posiciones de liderazgo de más alto rango en una organización de noticias en los Estados Unidos. Liderará un personal de aproximadamente 210 reporteros, fotoperiodistas, editores, diseñadores y productores, mientras la empresa atraviesa un año turbulento y un futuro financiero incierto.

“Comienzo este trabajo sabiendo que hay un excelente personal en The Philadelphia Inquirer”, dijo Escobar en una entrevista, “y no hay ninguna duda de la calidad del trabajo que hacen, todos los días, por lo demostrado durante los últimos ocho meses”.

Escobar asume el cargo que quedó vacante cuando el editor ejecutivo, Stan Wischnowski, renunció en junio, después que el periódico publicara un titular ampliamente criticado: “Los edificios también importan”. Esto provocó indignación dentro y fuera de la empresa, puesto que indicaba cuáles eran las prioridades de cobertura de la redacción y el trato dado a los periodistas de color en el momento.

Luego del incidente, la directora ejecutiva de The Inquirer, Lisa Hughes, dijo que la compañía emprendería una búsqueda nacional de “un líder experimentado que encarne nuestros valores, adopte nuestra estrategia compartida y comprenda la diversidad de las comunidades a las que servimos”.

Hughes finalmente decidió que Escobar es ese líder.

“Es absolutamente imperturbable”, dijo Hughes en una entrevista, quien se unió a la compañía en febrero. “El negocio de administrar una sala de redacción es increíblemente difícil en un ciclo de noticias normal. Hacerlo en medio de las noticias más importantes de nuestro tiempo ... es algo extraordinario a presenciar”.

Si bien es cierto que la cobertura noticiosa reciente han alentado el valor periodístico de The Inquirer, también ejerce una nueva presión sobre una empresa y una industria que ha luchado durante más de una década para subsistir.

La pandemia dispersó al personal de su sala de redacción, que solía trabajar desde Center City, sin planes de regresar hasta mediados de 2021, y la recesión resultante significó una disminución dramática de los ingresos. Este año, decenas de empleados dejaron la empresa mediante programas de suspensión o fueron despedidos. Hasta ahora, la reducción de personal en la sala de redacción se ha logrado mediante el programa de suspensión. (La compañía dijo el martes que suspendería los planes de despidos en la sala de redacción al menos hasta fin de año).

El mes pasado, The Inquirer también anunció que cerrará su planta de impresión en el condado de Montgomery y subcontratará la producción a un proveedor externo, dejando a 500 empleados sin trabajo.

Y, sin embargo, según la mayoría de los estándares y medidas, The Inquirer sigue siendo el medio de comunicación dominante en uno de los cinco mercados de medios más grandes del país. La circulación combinada de The Philadelphia Inquirer y The Philadelphia Daily News es de aproximadamente 91,000 copias para los días de semana, y www.inquirer.com tiene un promedio de 10.5 millones de usuarios únicos por mes, y los suscriptores de pago crecieron este año a más de 45,000.

Diane Mastrull, redactora, editora y presidente de NewsGuild of Greater Philadelphia, el sindicato más grande de The Inquirer, dijo que ha visto a Escobar crecer como un gerente “interesado en comprender y conocer a las personas que componen la sala de redacción de The Inquirer”.

Pero, dijo, que la sala de redacción debe abordar “décadas de desempeño paupérrimo en lo que respecta a la diversidad, la equidad y la inclusión”, incluyendo hacer un nuevo compromiso con tal de lograr la igualdad salarial y crear oportunidades de crecimiento para las mujeres y las personas de color. Dijo que el personal y su liderazgo es demasiado blanco y no refleja la realidad multicultural de la ciudad que cubre.

“Tenemos mucho de qué estar orgullosos, pero tenemos que reconocer que hemos decepcionado a nuestra audiencia al no reflejarla internamente”, dijo.

De repartidor de periódicos a líder de redacción

Escobar dijo que ser nombrado editor principal de The Inquirer lo llevó a reflexionar sobre los esfuerzos y sacrificios de la gente migrantes, como su madre, Clemencia Escobar, quien murió en agosto de 2017.

“Los inmigrantes son muy optimistas. Tienen grandes esperanzas y siempre piensan que el futuro será brillante”, dijo Escobar. “Se obligan a aguantar las dificultades, porque siempre piensan que los sacrificios darán sus frutos. Esa es, más o menos, la historia de vida de mi madre, quien al morir supo que los sacrificios que hizo en la vida habían sido recompensados”.

Cinco años después de que su esposo muriera en un accidente automovilístico, ella trajo a Escobar y a sus dos hermanos desde Colombia a Queens en 1964. Escobar tenía 7 años y no hablaba inglés.

El hombre que nunca se propuso ser periodista atribuye su educación y su trayectoria profesional no deseada a un período de casi 10 años trabajando en las instalaciones principales de la Biblioteca Pública de Nueva York en el centro de Manhattan, donde ascendió de rango durante su tiempo en la escuela secundaria y después de graduarse de la universidad.

Escobar obtuvo una licenciatura en escritura creativa de Queens College, con la City University of New York, así como una maestría en periodismo de la Universidad de Maryland. Aunque su carrera periodística lo llevaría a múltiples ciudades, países, roles y áreas de cobertura, sus inicios se dieron en el peldaño más bajo de la industria: como repartidor de periódicos para el Long Island Express, a principios de la década de 1970.

Durante la década de 1980, trabajó en periódicos en Queens, así como en el norte de Nueva Jersey, en Hartford, Connecticut y en el Daily News en Filadelfia. Luego pasó 16 años en The Washington Post, donde cubrió la policía, fue reportero de inmigración y jefe de la oficina de corresponsalías en América Latina, con sede en Argentina. De 1999 a 2005, se desempeñó como editor de la ciudad para el Post y formó parte de un equipo de editores que coordinó la cobertura de los ataques terroristas del 11 de septiembre y la saga del francotirador de D.C.

Se incorporó a The Inquirer en 2007 como editor metropolitano. Después de ir a trabajar por un año a The Dallas Morning News en 2011, regresó a Filadelfia como editor gerente adjunto, antes de ascender a su puesto actual.

Escobar vive en Villanova con su esposa, Louisa Shepard, y la pareja tiene tres hijos.

Supervisando una evolución

En 2016, el filántropo H.F. Gerry Lenfest, donó la empresa que dirigía The Inquirer, el Daily News y sus sitios web a un instituto sin fines de lucro recién formado, ahora llamado el Instituto Lenfest para el Periodismo (Lenfest Institute for Journalism, en inglés). The Inquirer sigue siendo una empresa con fines de lucro, pero es una “corporación de beneficio público”, lo que significa que el interés público es el núcleo de su misión, y se ha convertido en un modelo ampliamente observado, por cómo la filantropía y el apoyo público pueden ayudar a mantener a la comunidad enfocada en apoyar el periodismo local.

Jim Friedlich, director ejecutivo del Instituto Lenfest, dijo en un comunicado que Escobar es “dedicado profundamente al periodismo de servicio público y al servicio de las diversas comunidades de Filadelfia”.

Esa faceta de su misión fue objeto de un escrutinio sin precedentes en junio, después de que The Inquirer publicara el controvertido titular “Los edificios también importan”, a raíz de los movimientos civiles en ciudades de todo el país, después de que un oficial de policía en Minneapolis matara a George Floyd.

El titular apareció solo en el formato impreso, en una columna de la crítica de arquitectura, Inga Saffron, en la que exploró el impacto duradero de las protestas y los disturbios. El titular, escrito por un editor, fue ampliamente criticado por ser voluble, insensible y equiparar la propiedad con la vida humana. Desató una revuelta en la sala de redacción sobre cómo The Inquirer cubre a las comunidades Negras y trata a sus empleados de color, similar a las situaciones internas que se dieron este año en The New York Times y The Washington Post.

En los meses transcurridos desde entonces, el personal de la sala de redacción ha recibido capacitación contra el racismo, y Escobar y el editor en jefe, Patrick Kerkstra, han supervisado un esfuerzo continuo llamado “Inquirer For All”. El esfuerzo involucra a más de 70 miembros del personal de la sala de redacción, que participan en comités que examinan las prácticas periodísticas y la cultura interna de la sala de redacción.

Ernest Owens, vicepresidente de impresión de la Asociación de Periodistas Negros de Filadelfia (PABJ, en inglés), dijo que los esfuerzos han carecido de inmediatez. Llamó a la promoción de Escobar “decepcionante” y dijo que el grupo hubiera preferido a alguien con una nueva perspectiva, y no “una redistribución del poder”.

Aún así, dijo, la junta de PABJ es “cautelosamente optimista” y da la bienvenida a “conversaciones significativas e intencionales” con el liderazgo de The Inquirer.

“Esperamos que Gabe se tome el tiempo para no residir en la comodidad de su mandato”, dijo. “Recomendamos que escuche atentamente al personal de color y que comience por sus inquietudes al informar sobre las próximas decisiones y programas”.

Escobar dijo que The Inquirer se está tomando los procedimientos antirracistas “increíblemente en serio” y que la sala de redacción presentará nuevas políticas, procedimientos y áreas de cobertura.

“Las redacciones evolucionan. Quizás demasiado lento para algunos, pero evolucionan, y creo que nosotros [The Inquirer] estamos en uno de esos momentos críticos en los que nos hacen preguntas serias: ¿qué hacemos, qué hemos hecho, qué debería estar haciendo y cómo deberíamos hacerlo? Tenemos la responsabilidad de enfrentar esas preguntas y responderlas”.

Mientras asume el nuevo cargo, Escobar dijo que sus principales objetivos son fortalecer el espíritu “colegiado” de una sala de redacción que sigue trabajando de manera remota y superar la tensión, mientras mantienen el compromiso y la dedicación que el personal tiene para producir periodismo de alta calidad.

“Valoro dos cosas por igual: el periodismo que producimos y la redacción colegiada. No creo que los dos puedan existir el uno sin el otro, porque la sala de redacción en funcionamiento se trata de personas que confían unas en otras, se involucran y se ayudan mutuamente, todo con el objetivo de producir un periodismo excelente y consistente. Nuestro pasado reciente demuestra el compromiso de la sala de redacción y también garantiza nuestro futuro”.